Una habitación vacía. Paredes en blanco. Dos figuras. Dos ausencias. Tú. Yo. La nada.
Y esperé. Y esperé. Pero fuera, el mundo no esperaba por nadie.
Era algo inexplicable, una sensación arrolladora que se llevaba todo consigo. Era un vendaval de emociones y sentimientos. Era algo que te atrapaba por dentro. Era todo, y no era nada.
Perdí todo lo que tenía cuando te fuíste. Recuperé todo lo que era yo.
Tú, inmóvil. Y yo, loco. Simplemente. Loco.
Por Rodrigo Reynolds
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